Me llamo Iván Puñal, firmo mis proyectos con el pseudónimo “Una Visión Agradable” y desde hace ya unos 12 años me dedico a crear performances con audio y visuales improvisadas, especializado en la generación de contenido en tiempo real y reactivo.

Desde que tengo uso de razón he estado vinculado de una manera u otra a la música y a la imagen. Mi padre era y es un gran aficionado a la música y desde pequeño en mi casa se escuchaba todo tipo de música … Desde Schubert o Bach hasta Jimi Hendrix o Pink Floyd. Las influencias eran muy dispares y eso me hizo no tener ningún tipo de discriminación musical. A los 8 años entré en el conservatorio de música y a los 9 años comencé a recibir clases de violín y aunque dejé de tocarlo durante la adolescencia hace unos años retomé las clases. Pero bueno, todo era a un nivel bastante amateur.

Nunca pensé en dedicarme a la música ni vivir de ello. Era una afición a la que dedicaba bastante tiempo, eso si. Allá por los comienzos de los años 90 tuve el primer contacto con programas de secuenciación de música electrónica. Me acuerdo mucho de uno en particular: el Fast Tracker. Aquello era increíble. Las posibilidades que ofrecían estos programas eran maravillosas. Recuerdo que en una edición del SIMO pude ver un equipo con este programa funcionando y me estalló la cabeza. Se podría decir que ese fue el momento en el que se despertó mi interés por la música electrónica, y la composición electrónica no convencional. Por aquellos años también hacía pequeños experimentos con la fotografía. La tecnología digital era muy limitada para crear visuales con movimiento. Recuerdo que durante mi periodo universitario comencé a usar programas de diseño en 3D, como Autocad y 3D Studio MAX. Con este último comencé a crear diseños estáticos para portadas de discos imaginarios. Todos aquellos comienzos fueron maravillosos. Las posibilidades que ofrecía toda esa tecnología estaba cada vez más al alcance de gente no profesionalizada.

Con un 486 de la época se podían generar cosas impensables años atrás. Como digo, todo esto lo desarrollaba a nivel muy amateur sin ningún tipo de pretensiones laborales o profesionales. En el año 2000 terminé la carrera de arquitectura técnica y comencé a trabajar en la dirección de ejecución de proyectos arquitectónicos. Era un trabajo nada creativo pero que me permitía tener bastante libertad de horarios y poder financiar económicamente la compra de equipos de música y de grabación. Empecé también a hacer experimentos con el super 8 y 16 mm y a trabajar en músicas más “experimentales”. Todo habría continuado así, en lo que denomino ahora un “artista de cajón” (por aquello de que todo lo que crea queda en un cajón y no se le da visibilidad pública) si no hubiese sido por la crisis económica del 2008. A mi me pilló más tarde dado que todavía tenía firmados proyectos para desarrollar en 2 o 3 años. Lo cierto es que en el año 2011 más o menos me encontré con un mercado laboral inexistente y sin perspectivas de poder continuar con mi trabajo anterior.

En aquel momento ya hacía trabajos esporádicos de fotografía, pero nada lo suficientemente estable como para mantenerme económicamente. Pensé qué podía hacer con mi vida y decidí comprar un dron (nadie sabía lo que era un dron en el año 2011), me puse a grabar y subí un vídeo a Vimeo. A los pocos meses el vídeo superó los 4 millones de reproducciones y comenzaron a llamarme de productoras de cine, televisión, agencias de publicidad … etc. Fue una locura en todos los sentidos. La Agencia Estatal de Seguridad Aérea se planteó llevarme a juicio y a la cárcel por incumplimiento de 12 o 13 artículos del código de aviación civil pero todo quedó en nada al no existir legislación sobre drones al respecto. Lo recuerdo ahora y tengo todavía pesadillas. Todo muy loco, pero no sé qué habría sido de mí si no hubiese hecho ese vídeo. Esa fue mi entrada en el mundo audiovisual de lleno. Con los años he ido dejando cosas de lado, y actualmente quiero potenciar mi trabajo como artista en lugar de trabajar para terceros como realizador de contenidos. Es un camino complejo, donde muchas cosas son raras y nuevas pero también apasionantes. Así que digamos que la necesidad de dedicarme a lo que hago ahora no surgió en mí de una manera “voluntaria”. Fue impuesta por la realidad del momento. Digamos que una bofetada de realidad me trajo hasta donde estoy.

 

 

El imaginario que trabajo me lleva de una manera involuntaria casi siempre al mismo tema: la voluntad y la consciencia en el ser humano. Desde hace años me obsesiona la idea de que el ser humano no es libre en sus actos y de que el concepto “libre albedrío” es una ilusión. He leído innumerables textos y documentos sobre neurobiología y cada vez estoy más convencido de ello. Esto no quita que la ilusión de libre albedrío está muy bien conseguida y por lo tanto este pensamiento no siempre está presente las 24 horas del día. Pero de una manera u otra es recurrente. Si nacemos en un entorno social el cual no elegimos, y nacemos con una carga genética que tampoco elegimos, ¿hasta qué punto soy responsable de lo que creo, o de los actos que realizo? ¿Sería una persona completamente diferente, con otras ideas, ilusiones o aficiones si hubiese nacido en un entorno social diferente? Entiendo que son preguntas complejas y que generan una cierta intranquilidad a aquellos con los que hablo de todo esto. Cuando con amigos hablamos de todo esto y la gente cuestiona estos planteamientos siempre les pregunto si ellos o ellas decidieron voluntariamente de quién se enamoraron, o fue un mecanismo inconsciente no controlado de manera voluntaria.

Si un elemento tan importante en nuestras vidas como es con quién vamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos o con quién formar una familia no es controlado voluntariamente, ¿qué lo es? Todo esto, trasladado a mis proyectos, genera una cierta visión oscura y pesimista en mucha gente. Bastante distópica diría.

Para mí no lo es tanto, es simplemente una especie de liberación. La culpa de alguna manera queda diluida puesto que las acciones que llevamos a cabo son fruto de consecuencias lógicas, hasta predecibles. Por poner un ejemplo, no sé hasta qué punto podemos culpar a un psicópata por querer matar. No digo con esto que le dejemos libre para que siga matando, pero culparlo es otra cosa. De ahí surgió por un lado el nombre artístico “Una Visión Agradable” un nombre con bastante ironía o sarcasmo. El elemento digital, rudo y frío en muchas ocasiones me ayuda a presentar esa idea matemática del ser humano, omnipotente pero sometido a una serie de leyes sociales y genéticas de las que no puede escapar. La llegada de la IA a territorios donde antes sólo llegaba el ser humano pone un poco de manifiesto todo lo anterior. La gente sigue poniendo en cuestionamiento si el arte creado por una máquina es arte o no, pero para mi es mucho más interesante el averiguar si en un futuro existirá alguna diferencia entre ambos “seres”. El futuro es apasionante y da bastante miedo al mismo tiempo.

Cuando creo mis imágenes me gusta generar contradicciones en las personas que las ven. Por un lado dedico mucho tiempo a que el resultado sea muy estético. Cuido mucho el color, la iluminación, las texturas … pero al mismo tiempo quiero que sean imágenes que en un punto y otro nos generen algo de incomodidad. El uso del sonido ayuda a potenciar todo esto, dado que unas imágenes muy bellas con un movimiento lento pueden transmitir una sensación completamente diferente si las escuchamos con una sonata de Bach o con un tema de Merzbow. En cualquier caso tampoco quiero cerrarme a un sólo estilo o forma estética. Alguna gente podrá pensar que es un error no continuar con una línea homogénea que te defina como artista, pero con la cantidad de herramientas y de influencias que existen me costaría mucho anclarme en un único territorio. Nunca he entendido por ejemplo a la gente que sólo escucha un estilo de música. Esto te ahoga y te impide descubrir cosas nuevas. Probablemente si una persona se declara “Heavy”, sólo escuchará música “heavy”, vestirá siempre de negro, con una chaqueta de cuero y le costará admitir que hasta Britney Spears tiene algunos temas que son cañonazos. No quiero eso. Puntualmente puedo tirar más por un estilo u otro pero me gustan mil cosas completamente opuestas.

 

Para mi es muy importante la agilidad trabajando. Hace años, cuando comencé nuevamente a recibir clases de violín me obsesionaba en dejar los temas estudiados al 100%. Esto me producía una ansiedad tremenda. Sobre todo porque en una fase de estudio uno no puede pensar en dejar algo trabajado como si fuese un “maestro”. Para esto se necesita tiempo (si es que se consigue), y asumir que en un momento dado algo está lo suficientemente bien realizado y no se va a poder mejorar. Esto es algo que me ha costado entender y sólo ahora comprendo. Separando mi trabajo en las 2 facetas que trabajo, la musical y la visual, mi forma de trabajar difiere ligeramente. En lo musical, por ejemplo, todo lo que hago es improvisado. Los secuenciadores me aburren y me ralentizan demasiado, además de que no siento que esté tocando. De esta forma trabajo creando ideas permanentemente. Cada vez que me siento a trabajar a nivel sonoro grabo todas las ideas, más o menos desarrolladas y siempre tocadas a tiempo real. Trabajo con distintos instrumentos, pero en los últimos 2 años he reducido al máximo el equipo que tengo. Básicamente este es un sistema modular completo Serge de Random Source, un Prophet 6, un Syntrx y varios pedales de efectos. El resto son plugins y programas generados en MAX MSP que he integrado en Ableton y que controlo en directo con un Push 3 y un grid de 256 teclas de Monome. Esto es básicamente mi equipo sonoro. Estos instrumentos abarcan desde lo más experimental y atonal que puedo necesitar crear (para eso el SERGE o MAX MSP son increíbles) hasta los sonidos más “armónicos” con capacidad de recuperar presets (aquí el Prophet 6 es el rey). Bien, con todas estas herramientas cada día de trabajo puedo generar 15 o 20 ideas o samples sueltos. Estos los voy guardando para una escucha posterior y para poder ser usados en MAX para posteriores manipulaciones. Actualmente tengo más de 4.000 pistas grabadas de esta manera.

Respecto al vídeo, casi todo lo que genero está pensado para utilizarse en una performance en tiempo real. En cualquier caso, independientemente de que se usen o no en una performance en tiempo real, la posibilidad de crear visuales en directo hace que el nivel de experimentación sea muy grande ya que los resultados se ven en el momento. Es una forma de trabajo muy orgánica a pesar de que son visuales muy “digitales”, y generan el entorno perfecto para que se produzcan “accidentes felices” donde al cambiar parámetros o intercambiar nodos aparezcan cosas totalmente inesperadas y mágicas.

 

Con todo esto, teniendo en cuenta que parto de un archivo propio sonoro creado previamente, intento que los proyectos audiovisuales que subo en mis canales (IG o Vimeo) no me lleven más de 1 o 2 días. De hecho, podría decir que el 90% de las piezas subidas a IG han sido creadas en menos de 4 o 5 horas y en general sin ninguna idea visual creada anteriormente. Llevo bastantes años ya trabajando con distintas herramientas y me desenvuelvo con cierta soltura sobre todo cuando trabajo con proyectos propios. Por eso he intentado eliminar las obsesiones perfeccionistas que me atenazaban hace años. Realmente considero que, salvo errores técnicos claros, no hay un resultado bueno o malo. Si algo me parece que es correcto, tiro adelante y paso a otra cosa. En el proceso se aprenden muchas más cosas que si te enrocas eternamente en si un bajo no está lo suficientemente potente o hay demasiado rojo en una visual. Habrá cosas mejores que otras, y cuando miro hacia atrás algunas me parecen horrendas. Al final hay que andar para hacer el camino. En los proyectos para directo si que dedico más tiempo. No tanto a crear la línea visual, la cual ya tengo creada anteriormente durante todas estas experimentaciones, si no a ver timings, dinámicas, cómo hago las transiciones, … etc. Aquí puedo estar trabajando hasta 5 o 10 minutos antes del directo.

De las influencias más potentes que han marcado mi trabajo audiovisual podría destacar a Kubrick. No sólo en lo visual, si no en los conceptos que trataba. Para mi ver cómo Dave, humano, desconectaba sin un sólo atisbo de humanidad a HAL9000 mientras esta suplicaba que no lo hiciera y confesando que tenía miedo es un momento sublime. También recuerdo cuando vi Blade Runner por primera vez. Vuelta al mismo tema … El hombre, cazador de replicantes, sin un atisbo de humanidad y siendo salvado en el último momento por esa supuesta máquina. Todo aquello me marcó profundamente. Sin embargo, el artista al que más he escuchado y que creo que me ha influido fue sin ninguna duda Ryuichi Sakamoto. En el año 1993, cuando comencé mis estudios universitarios, empecé a estudiar japonés. Me atraía mucho la cultura y quise profundizar en ella. Por aquello de escuchar grupos y músicos japoneses me encontré con un grupo llamado la Yellow Magic Orchestra. Cantaban cosas en japonés y me dedicaba a traducir lo que decían. Luego, una vez disuelta la formación, comencé a seguir la carrera de Sakamoto. Seguía interesado en la música cantada japonesa, pero Sakamoto comenzó a tirar por otros territorios, como el experimental o la banda sonora. Aquello me supuso alguna sorpresa dado que al no poder escuchar los discos de manera previa y comprarlos a ciegas descubría cosas nuevas. Hubo un disco de él que me marcó mucho, que fue “Discord”. A partir de ahí seguí a Sakamoto sin interesarme demasiado ya sus temas cantados o meramente su origen japonés. Las colaboraciones con Alva Noto fueron otro nuevo frente que se abrió, y de ahí a Frank Bretschnider, Thomas Ankersmit, Ryoji Ikeda … etc. Sakamoto ha sido un modelo a seguir tanto como artista como humano. Falleció este año y puedo decir que nunca he sentido tanta pena por la pérdida de un artista. Le echaremos de menos.

Los sets, a nivel visual, están abiertos. Salvo que no pueda viajar con el ordenador que genera las visuales en directo y tenga que llevar las visuales “precocinadas” todo se genera en directo. Para ello el cerebro es Touchdesigner y patches creados en otros programas. El sonido es a partes iguales improvisado y reproducido, pero siempre con elemento de manipulación en directo y se ejecuta desde un portátil Mac. En él llevo instalado Ableton, que realmente es el cerebro controlador de todo. Cualquier cambio en los sonidos, manipulaciones, análisis de frecuencias o dinámicas es enviado desde Ableton vía OSC por un cable ethernet al ordenador Windows donde se generan las visuales, las cuales reaccionan a esos datos. De esta forma en el set puedo tener sólo el portátil y a bastantes metros de distancia la torre donde se generan los vídeos. Las soluciones para generar esta información y enviarla las he programado yo directamente en MAX MSP como pequeños plugins M4L. Así, desde Ableton puedo controlarlo todo. Podría llegar a controlar motores, iluminación, cámaras o máquinas humo. Lo que sea. Todo el mundo conoce el Midi pero poca gente maneja OSC. Se puede enviar todo tipo de información prácticamente en tiempo real a cientos de metros de distancia con un coste muy bajo.

Los sets están en general estructurados en movimientos. Me gusta tratar temas en mis performances y desarrollarlas mediante sonido y vídeo. Para ello divido la performance en partes con silencios, como si se tratase de un concierto clásico. Los movimientos tienen estructuras tipo “Allegro”, “largo” o “presto”. Busco encajar las piezas para que tengan coherencia en un conjunto. Me interesa el conjunto, no las partes sueltas. Todo puede ser muy pirotécnica visualmente pero tendrá que tener un sentido, como por ejemplo ponernos en una tensión visual y sonora casi de ruptura para que con el siguiente movimiento, por ejemplo con violines o cellos, se llegue a un estado completamente diferente.

Del público no busco ninguna respuesta. Si llega bien. Si no a otra cosa de una manera natural. He vivido situaciones de todo tipo, y he de decir que siempre que he hecho algo fuera de espacios más urbanos la respuesta me ha sorprendido mucho. La gente fuera de las ciudades e más receptiva con lo nuevo. En las grandes ciudades me parece que tenemos un cierto hastío y saturación. Recuerdo una participación que hice en el festival “Arte en la Tierra” en Logroño (al cual fui invitado gracias a mi gran amigo Rubén Martín de Lucas). Se celebraba en un pueblo pequeño de unos 300 habitantes en medio del campo. Al evento vinieron por lo menos 150 personas, y al acabar, de noche y en medio de la naturaleza se formó un debate con unas 50 personas que se quedaron en torno al tema del trabajo que había tratado en la performance. La imagen de toda esa gente hablando en medio del campo, en plena noche del determinismo es algo que creo jamás conseguiré en ninguna gran ciudad.

Respecto a las colaboraciones con otros artistas, estoy abierto a cualquier idea aunque no tengo ninguna preferencia en particular. Me interesa más la idea de trabajo que se pueda plantear que la persona o el grupo que vienen detrás. Digamos que dado que mis ingresos económicos vienen principalmente de empresas que contratan mis servicios para eventos o instalaciones interactivas, esto me permite poder tener libertad para separar por completo mi faceta más artística de todo lo demás. Sin independencia económica es complicado poder mantener esta separación y libertad. Entiendo que no siempre se podrá encontrar, pero si es posible es bastante liberador. También he de decir que al dedicarme a hacer tanto música como visuales no tengo tanta necesidad de buscar colaboraciones como otros artistas. Cuando se hace una colaboración considero que debe haber una fusión de las partes para favorecer el conjunto. Muchas veces veo performances de artistas visuales y sonoros que no han trabajado nunca juntos y se han visto por primera vez horas antes. Esto hace que el trabajo no tenga cohesión y se perciba como que cada uno va por un lado. Los egos también juegan en contra de todo esto. Uno debe liberarse de los egos personales y saber que hay un objetivo común más importante. Al final en mi caso por todo esto y por la falta de tiempo, realizar colaboraciones me resulta complicado. Las colaboraciones más interesantes que realizado han sido por ejemplo para territorios nuevos como la danza o artes escénicas. Poner música improvisada a una performance danza también improvisada ha sido una de las cosas más maravillosas que he hecho hasta la fecha. También en el mundo de la moda he hecho y tengo programadas ya colaboraciones muy interesantes.

 

 

Dentro de 5 años vista no tengo ni idea de dónde estaré, la verdad. Hace poco leía un artículo de una importante red social dedicada a perfiles laborales y decían que de cara al futuro se estima que una persona cambiará 3 veces de media de profesión. Y decían de profesión, no de trabajo. Inicialmente me sorprendió pero luego pensé en mi caso y me di cuenta de que yo personalmente ya llevo varias. Arquitecto Técnico, piloto de drones, fotógrafo, steadycam, músico, realizador, creador de visuales interactivas y ahora “artista” (todavía me suena un poco pretenciosa la palabra). No lo sé. Lo que si que creo es que la hyper especialización a la que el mundo laboral y económico empuja a la gente no es buena. Creo que es importante saber o interesarse por muchas cosas y sin ningún tipo de pretensión de dedicarse a ello profesionalmente. La profesionalización podrá llegar o no, pero nos pillará con un arsenal mucho mayor que si somos especialistas en un proceso concreto.Al menos a mi esto es lo que me salvó en la gran crisis que vivimos en el año 2008. Por mi parte, y teniendo en cuenta que no puedo parar quieto y la intensidad con la que me meto en determinados asuntos, no descarto que termine saturado de visuales y sonidos experimentales durante una temporada. O que descubra algo desconocido que haga que lo deje todo por lo nuevo. Ya veremos donde nos lleva la vida.

Personalmente creo que nuestro país va un poco a la cola de otros en cuanto a una visión más abierta del arte contemporáneo, las performances o la música experimental. Me he encontrado con festivales de música experimental que han rechazado recientemente mi participación por no entender de qué va la puesta en escena, con premisas en sus bases de “sólo proyectos cerrados y no en desarrollo”. Si genero visuales en directo improvisando y cada performance es diferente ya no es un proyecto cerrado. Eliminado. Al final suena a “queremos experimentar” pero tampoco nos volvamos locos. Por otro la burocracia para presentar proyectos es eterna, indescifrable, y muy probablemente estos lugares estén gestionados por algún gestor o político que esté más preocupado de mantener el sillón en la siguiente legislatura o que realmente todo esto no le interesa demasiado. También nos encontramos con artistas con una mentalidad crítica hacia el público con comentarios del tipo “en España no se valora la cultura”, pero por otro lado viven cómodos en la idea de “cuanta menos gente entienda mi arte, mejor”. Por otro lado está la idea de que el territorio experimental no le interesa a la gente. Una vez, charlando con Andrés Noarbe de Discos Rotor, este me comentaba que una vez hablando con una persona de relevancia la programación y dirección de Radio3 sobre la programación y elección de músicas para uno de sus programas abanderados como era el desaparecido Siglo XXI”, este le contestó que no podían meter músicas más experimentales porque no las escuchaba nadie y eran demasiado “raras”. Es en cualquier caso significativo que la gente por un lado no escuche habitualmente estas músicas o sonidos y que hasta los consideren desagradables, pero que luego vean determinadas películas con bandas sonoras más experimentales y queden maravillados. Recuerdo un día hablando con un amigo cercano que este me decía que no le interesaban estas músicas por ser muy raras y luego, hablando de la serie “Chernobyl” me decía que le había encantado. La banda sonora de Hildur Gudnadottir es bastante experimental, pero al ser un acompañamiento de imágenes genera otra percepción. Por otro lado nuestro país, para lo bueno y lo malo, tiende a valorar más estar tomando cañas en una terraza que a estar metido en un espacio oscuro viendo a un tipo hacer ruidos raros y visuales extrañas. Somos algo más sociales que nuestros vecinos y tenemos un clima que fomenta esto. Además, el territorio experimental a su vez es minoritario. Por todo ello, creo que es importante tener los pies en la tierra y entender que si a una performance vienen 20 personas no será un fracaso. Sigamos trabajando sin pretensiones concretas y es posible que con el tiempo esto cambie.

 

Respecto a sellos musicales, la verdad es que he de decir que no conozco o sigo a ninguno en concreto. Escucho muchos discos y álbumes de producción propia en Bandcamp o páginas alternativas y no tengo muchas referencias de nombres de sellos. Quizás, si tuviese que decir uno que me sorprendió diría “Dinzu Artefacts”. Esta gente saca periódicamente un par de artistas editados en cassette con tiradas muy reducidas. He escuchado cosas muy interesantes. Las tiradas son súper reducidas y en cuanto se venden no se reeditan. Me encanta esta idea efímera, más allá de que no entro a valorar si la cinta es mejor o peor, pero el diseño que hacen y cómo lo sacan en muy interesante. También en general todo lo de Raster Noton es muy interesante.

Si tengo que elegir un tipo de espacio donde tocar, me decantaría sin dudarlo por los museos. Me gusta pensar que mi trabajo se engloba más dentro del arte contemporáneo que de los conciertos o de las visuales, así que hoy por hoy es el tipo de espacio donde me gustaría trabajar más. Actualmente tengo un proyecto colaborativo con una comisaria de arte y un diseñador de moda y se está planteando un gran centro de arte contemporáneo. Si el proyecto sale adelante seguramente tocaré techo en cuanto al tipo de espacio soñado donde tocar. De momento tendré la casa llena de velas para ver si lo conseguimos.

 

https://www.unavisionagradable.com/

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