Eva Mir.»Sobre las tablas»

EVA MIR_ (1996) dramaturga, directora y guionista valenciana, las obras de Eva Mir incluyen :Héroes en diciembre (Premio Calderón de la Barca 2019) o La Conmoción, dirigida por Alfredo Sanzol, ambas representadas en el CDN de Madrid. Su obra Lockdown se estrenó en Washington D.C. y dirigió la lectura dramatizada de Einfache Leute de Anna Gschnitzer en el Teatro Español.

En el ámbito audiovisual ha trabajado en el equipo de guion de El Internado: Las Cumbres durante dos temporadas. Héroes en diciembre participó en el Festival Adapta Book 2022 para su posible adaptación a largometraje y formó parte del foro de proyectos del Festival de San Sebastián con el proyecto de serie King Mama.

Ha recibido becas de creación como la del Instituto Valenciano de Cultura (2020), la beca de Dramaturgias Actuales INAEM (2021), la beca de movilidad de autores del Ministerio de Cultura de España en Aviñón (2022) y el programa de residencias internacionales del CDN en Berlín, Bruselas, Madrid y Vilna (2023) con su obra Un cuerpo se desplaza.

En 2023 crea Insomnio y Senyoreta Júlia (Valencia, dirigidas por Toni Agustí), disfruta de una residencia de escritura en La Chartreuse, en Villeneuve-les-Avignon (Francia), y obtiene el Premio de Comedia del Teatro Español y Naves del Matadero por Añoranza y siesta.

En 2024 trabaja como intérprete en la obra Así hablábamos de La Tristura en el CDN, estrena la obra inmersiva Jalando en el Festival #meetyou de Valladolid, La Gula en SURGE MADRID, así como Baby no more para VVAA Collective en el Teatre Nacional de Catalunya, y consigue la beca de residencia de autores no catalanes en la Sala Beckett de Barcelona con Los que miran.

Recientemente ha estrenado su último montaje Hacia pródigo en Teatre el Musical y Teatre Rialto de Valencia y Las Dolientes, de Laura Romero, en la Sala Carme Teatre. Entre enero y abril de 2025 ha sido becada por el 2nd Residency Program del National Theatre of Greece de Atenas, donde ha empezado a escribirLos que miran, que continúa en el  VIII Laboratorio Ínsula Dramataria Josep Lluís Sirera en Valencia. Recientemente ha estrenado Pródigo en Nave 10 (Madrid). En la actualidad prepara su próxima pieza Intimidad, junto a Ramón Rodenas.

 

¿Cuándo fue la primera vez que pensó en ser directora?

No sé si lo pensé en algún momento o si dentro de la Eva de dieciocho que estudiaba dramaturgia ya estaba dentro esa intuición. En los inicios, me costaba separar los oficios. El contacto en la escuela con los distintos departamentos me hizo desarrollar una curiosidad tremenda por trabajar con todo el mundo, por engrandecer las ideas primigenias con otros cerebros y otros cuerpos. Esa sensación de engendrar algo y seguirle la pista hasta el final de su recorrido siempre me ha estimulado mucho. Así que supongo que fue en la escuela, cuando nos movíamos en esta suerte de ‘do it yourself’ y nos empeñamos en mover un trabajo de final de carrera de dos actores, ‘Antípodas’, al Ciclo Imparables de Nave 73. Éramos pocos, teníamos menos todavía, y había mucho por hacer.

¿Y cuándo sintió que lo había logrado?

Supongo que el día en que entró público a esa misma sala, cuando estrenamos ese montaje surgido en la escuela. No había un salario que me indicara que era directora, mucho menos un contrato o un alta laboral, pero lo habíamos hecho, habíamos aplicado todo lo que habíamos aprendido y también todo lo que habíamos desaprendido, y la obra existía.

También pienso en el momento en que me ofrecieron programar ‘Héroes en diciembre’ en el Dramático. Yo llevaba una lista de posibles directoras que me podía interesar que levantasen mi texto, y cuando el director del teatro, Alfredo Sanzol, me preguntó que si yo dirigía, tuve que hacer un ejercicio tremendo de reafirmación. Llevaba unos cinco años dirigiendo o co-dirigiendo, auto-produciendo… pero de pronto, en ese contexto, yo no me atrevía a tenerme en consideración.

 

 Su primera vez sobre las tablas fue en….

Como intérprete, en mi pueblo de Valencia, cuando estudiaba danza y tenía ese grupo maravilloso con el que reunirse cada semana y aprender una coreografía y después enseñarla a los familiares y amigos… O como saxofonista, también allí, en esos conciertos que unían bandas, generaciones y pueblos enteros.

Como directora, con ‘ECOS, el salón de los espejos’, una adaptación libre de ‘Eco y Narciso’ de Calderón de la Barca que salió de la escuela y que llevamos después a la Casa-Museo Lope de Vega en Madrid.

Qué diferente es estar dentro o fuera… hay algo liberador en estar en escena, contribuyendo a que se cuente una historia de la que no eres la única artífice, sino parte de una comunidad. Y qué extraña a menudo la sensación de estar fuera (aunque fuera del todo nunca se está), y mirar con unos ojos de quien ya ha visto la función varias veces y deja de sorprenderse. Qué difícil es volver a sorprenderse, a emocionarse después de ver la obra varias veces. Y qué difícil, también, verla con ojos generosos y no juzgarla. Es una pena. Me gustaría tener la capacidad de reiniciar mi propio asombro.

 Y la última ha sido en….

Como intérprete, en ‘Así hablábamos’, la última obra de La Tristura, en el Dramático. Y digo última pero en realidad, como actriz, ha sido la única. Me recuerdo entre patas pensando, vale, ok, una vez salgas ahí, ya no hay vuelta atrás, tienes que estar hasta que acabe la función. Qué sensación más bonita la de descubrir tantas cosas básicas de tu profesión gracias a vivirla desde otro ángulo al que acostumbras. Aprendí infinito gracias a verme dirigida por Violeta, Celso e Itxaso. Ellas no lo saben, pero yo estaba aprovechando para hacerme un máster.

Como directora, en ‘Pródigo’, en Nave10. Uno de los retos más grandes fue trasladar un espectáculo site-specific itinerante a un formato de sala convencional a la italiana en un tiempo bastante limitado. Este proceso me llevó a ver el hecho teatral de una forma muy panorámica, atendiendo a la vez a todos los elementos, más desjerarquizado que nunca. Me encanta cuando por momentos manda el espacio, o un hallazgo sonoro, o el propio tiempo de trabajo que obliga a que comiencen las rebajas y caiga lo que no cabe. Se sufre mucho, pero cómo se juega.

 

 ¿A quién admiraba de pequeña ?

A Roberta de Rebelde y a Beatriz Luengo en UPA DANCE. A Michael Ende y su ‘Historia interminable’, a Gloria Fuertes y sus poemas infantiles, a Laura Gallego y todo su universo de viajes en el tiempo. A mis abuelas, a mis profesoras de literatura y filosofía, a SKA-P y Chester Bennington, el suicida de Linkin Park. Podría hacer un inventario y se me olvidarían mil cosas.

 ¿A quién admira ahora?

A la Eva que de pequeña admiraba tantas cosas. Es broma. Aunque un poco sí. A esa Eva sin prisa, enganchada a un libro mientras comía con su familia, enganchada a una conversación con una amiga en un banco con pipas.

Admiro a todas las que crean hoy. Me parece un ejercicio de esperanza crear hoy, imaginar hoy. Y admiro, mucho, a todo el que trabaja en los servicios públicos que nos sostienen como humanidad y que a menudo son invisibles. Me emocionó mucho ver ‘Teatres de campanya – interferència’ del enorme Marc Salicrú, una fiesta y homenaje hecha por y para las vecinas, para la ciudad, para quienes la levantan cada día.

https://www.barcelona.cat/grec/es/espectaculos/teatres-de-campanyainterferencia-02-breu-inici-daproximacio-lacomiadament-del-trajecte

 Aprendí mucho de….

Miguel del Arco, con quien hice mis prácticas de la escuela con 20 años. Estar durante todo el proceso desde la primera lectura hasta las últimas funciones me dio una perspectiva muy global del teatro, del trabajo en equipo, de la generosidad con las intérpretes, de la capacidad de hacer equipo y, sobre todo, de disfrutar en cada ensayo como niños.

Más recientemente, he aprendido mucho de todas las creadoras que pasaron por el laboratorio Escuela de Invierno coordinado por La Tristura en Conde Duque, desde diseñadoras gráficas a filósofos. Un espacio en el que un grupo muy diverso procedente de todo tipo de artes compartimos charlas, reflexiones… Lo recuerdo como un ratito para la revolución, un oasis en las tardes de invierno, un pequeño milagro que me enseñó la importancia de la conversación lenta, del pensamiento espeso y, sobre todo, de la comunidad.

No me ha enseñado nada….

Supongo que hasta lo más estresante e injusto me ha enseñado algo, aunque sea a evitar pasar por ese trago y cómo hacerlo. Pero si echo la vista atrás, ha habido momentos para mí nada constructivos desde instituciones que, como la Fundación Antonio Gala de Córdoba (una pena llevar el nombre del maravilloso escritor), han permitido dinámicas de violencia y trauma, priorizando mantener su imagen y su continuidad como fundación en vez de reconocer un problema y dar apoyo en una situación de conflicto entre sus artistas residentes. En conclusión, no me enseñan nada esas experiencias en las que lo humano está a la cola de todo lo demás.

 ¿Qué personajes célebres le gustaría dirigir?

Aunque me parece una pregunta muy difícil, me ha venido a la cabeza un intérprete muy concreto: Donald O’Connor. Me encantaría resucitarle para trabajar con alguien con esa capacidad para la danza, el gag, la ternura… Una de las escenas a las que más vuelvo es su número ‘Haz reír’ en ‘Cantando bajo la lluvia’.

 ¿Con qué actores/directores le gustaría trabajar?

Son muchos los nombres que se me aparecen cuando leo esta pregunta, aprender es infinito y hay artistas tan diferentes que cada punto de vista puede ser un descubrimiento. Me gustaría mucho estar presente, por ejemplo, en algún proceso de puesta en escena del director lituano Oskaras Korsunovas, por su concepción de la dirección escénica y de la actualización de los clásicos. Pero también me encantaría colarme en los ensayos de alguna obra de Fernanda Orazi, para entender el tratamiento que hace de la palabra en escena, de la dirección de actores que encuentro tan estimulante cuando veo sus espectáculos o en su propio trabajo como actriz.

En cuanto a actores y actrices, tengo la suerte de haber trabajado ya con muchos de los que más admiro. Si sigo fantaseando, pienso mucho en esos a los que siento capaces de cualquier cosa, por su control del cuerpo y de la palabra integrados, por esa agilidad de pensamiento y verbo, por ese magnetismo extraño que tienen de forma innata. Son muchos, pero pienso en Juan Paños, Leticia Atala, Emilio Tomé, Francesco Carril, Teresa Garzón, Paloma Córdoba… tenemos una barbaridad de intérpretes increíbles.

 ¿Como se gestiona la incertidumbre ante un proyecto que no llega?

De la misma forma que cuando llega. Es broma. Soy consciente de que soy una privilegiada por llevar unos años encadenando proyectos y pudiendo compartir algo que ha partido de mí. Sin embargo, que llegue un proyecto en este sector no es garantía de una continuidad, ni mucho menos de una correspondencia económica (o no al menos para que sea suficiente). Así que trato de dar por hecho que la normalidad es que ese proyecto no se materialice, pero intentando al mismo tiempo que eso no me desactive como creadora. Y así, cuando sucede, es una especie de milagro a celebrar.

 ¿Como se celebra cuando si llega?

Como decía antes, quizás peco de conservadora en esto. Pero he comprobado que trabajar para ciertas instituciones o estar en proyectos de cierta envergadura no cubre la intermitencia de nuestro oficio ni el nivel de vida de nuestras ciudades. Pero no, cuando llega un proyecto, no me quedo en este pensamiento, sino que celebro, celebro como si fuera el último, trabajo como si fuera el último y pienso que tengo la suerte tremenda de los que hacen lo que más les gusta en el mundo.

 Un director debe tener un plan b para poder sobrevivir, ¿cuál es el suyo?

Desde que empecé a escribir y dirigir, he estado ejerciendo paralelamente alguna temporada como guionista para televisión (bastante incompatible cuando había un proyecto teatral en marcha) y también ejerzo puntualmente como docente impartiendo talleres intensivos o más regulares, o mentorías a proyectos de otras artistas. Trabajar en equipo y asesoras en proyectos de otras personas siempre me ayuda a salir de mi cabeza y descubrir hallazgos en la obra de una misma a través de lo ajeno.

A la vez, a menudo me digo que todo plan es posible. Me encanta aprender oficios desconocidos para mí (ahora mismo estoy estudiando enología) y soy muy consciente de que en cualquier momento puedo necesitar trabajar en cualquier otro sector. De hecho, no solo por necesidad. A veces pienso que renunciar a algo tan vocacional como el teatro no se percibe como quien abandona un trabajo que no tiene ese componente. Y no lo veo justo, creo que todas tenemos derecho a cambiar de opinión. Dudo que quiera dejar de escribir o de trabajar en cualquier ámbito creativo en mi vida pero, ¿quién sabe qué forma puede tomar esta pasión?

¿Cuáles son las historias que más le atraen actualmente para dirigir?

Algo está cambiando en mí en este sentido. En un momento en que solo se habla de la cancelación del futuro, me interesa que nos reunamos para hablar y hacernos preguntas sobre los futuros posibles, que juguemos a imaginarlos, y que en esa imaginación pueda nacer alguna semilla de esperanza.

Aunque no logro ni disfruto analizando lo que yo misma he hecho, creo que en mi escritura ha predominado este escepticismo o pesimismo ante un mundo cada vez más difícil de habitar. Y ahora, sin que esa realidad desaparezca, me parece imprescindible no perder el humor, la ironía, la alegría y cierta ternura.

Otro factor que me parece importante para conectar con los proyectos es huir de la censura, de la corrección política. Encontrar el ingenio y la poesía para permitirnos decir lo que queremos decir.

Confieso, por último, que tengo una predilección por las obras que no se muestran redondas, como productos perfectamente empaquetados, sino que muestran las grietas de su construcción porque crearlas ha supuesto un riesgo.

¿El mejor momento vivido sobre las tablas?

Hay un instante inolvidable en la obra “Así hablábamos”, de La Tristura. Era la última función de cuarenta y pico, la pieza terminaba con las ocho intérpretes tumbadas sobre el suelo, todas acomodando nuestros cuerpos sobre las otras, y escuchando la voz de Carmen Martín Gaite haciendo una reflexión y dándonos las buenas noches después del viaje que hacíamos en escena. Esa última tarde, las directoras habían modificado como sorpresa ese audio final, y nos nombraban a todas y nos agradecían el trabajo hecho. Esa respiración colectiva y ese ser conscientes de que era la última vez que estaríamos allí, me sobrecogió y a la vez me hizo crecer varios centímetros.

 ¿ Y  el peor?

Supongo que el peor ha sido como directora, enfrentándome a alguna cuestión técnica como que se desconfigure una mesa de luces en plena función y que todo lo que había programado deje de funcionar. Vivirlo como una absoluta pesadilla y luego darte cuenta y repetirte sin parar que eso no era lo más importante. Pero qué mal se pasa.

Una obra que le haya herido su sensibilidad como espectadora…..

En el momento en que hay una obra estrenada, asumo que hay un esfuerzo tremendo para llegar hasta ahí y me cuesta mucho tener una visión que no sea constructiva al respecto. Eso sí, me hacen sufrir las obras en las que percibes que no se ha cuidado la parte humana, o las que defienden verdades absolutas sin lanzar preguntas, o las que no buscan conectar desde ningún ángulo con el interlocutor (desde lo emocional, lo estético, lo filosófico…) y se convierten en obras para sí mismas.

 Y una que le haya insultado a su inteligencia……

Me siento más insultada cuando no veo un intento por conectar con el otro que cuando no entiendo algo. Para mí el arte es que te golpeen, que te muevan, no que te den una lección o reafirmen tu inteligencia.

 ¿Qué tal sientan los premios, cómo se digieren para continuar después?

Alivian. Los premios suponen un desahogo al menos temporal para seguir creando pudiendo financiar en parte tu dedicación. Y, sin atender a la parte económica, impulsan. Sin dejar de ser conscientes de que la valoración es siempre subjetiva y una feliz lotería, saberse reconocida en la era de la validación externa es un motor para continuar, un poco de gasolina.

 Querría conocer a :

A mis antepasados en siglos anteriores para curiosear y sacar alguna conclusión posiblemente absurda y arbitraria.

A una persona que viva en mis antípodas a nivel geográfico, de clase e incluso ideológico. Tomar un café o un vino y abarcar un poco más el mundo.

 ¿Qué le anima a no rendirte en esta profesión?

Aunque suene a tópico, que hago lo que me gusta. Me parece importante resaltarlo en estos momentos. Hago lo que me gusta. Mi amigo Iván me dijo desayunando hace poco que en realidad él siente que no trabaja y que a veces resulta que le llega algo de dinero a la cuenta por vivir como quiere vivir. Que el día que le toque hacer otra cosa, entonces trabajará. Me parece de una alegría y un privilegio tremendo poder decir eso, nos dure lo que nos dure.

¿Qué le gustaría estar haciendo dentro de diez años?¿Y en donde?

Me gustaría tener mis libros y toda mi diógenes en algún lugar que no sean cajas temporales. Y a la vez, aspiro a no dejar esta vida nómada que me da perspectiva y humanidad. Me gustaría seguir creando y que crear no signifique sufrir por las dinámicas de producción y por la intermitencia no remunerada de las artistas en nuestro país. Me gustaría que esta creación estuviese descentralizada, no sentir que me pierdo cosas cuando no estoy en Madrid o Barcelona sino que estoy creciendo y ayudando a crecer el tejido de otras ciudades y pueblos. Me gustaría que esta creación no fuese individual, no sentir que estamos compitiendo por una especie de pastel que en realidad no existe y admirarnos y ayudarnos y repartir la carga cuando la responsabilidad aprieta pero también la alegría cuando las cosas salen bien. Me queda mucho por aprender de aquí a diez años. Ojalá estos no me atropellen sin darme cuenta.