Anna Borràs, nacida y criada en Reus (Cataluña), reside actualmente en Malmö, Suecia. Se formó en danza contemporánea en el Institut del Teatre de Barcelona,donde se graduó en 2010.
A lo largo de su trayectoria ha trabajado con destacados coreógrafos, compañías y artistas como Alexander Ekman, Akram Khan, IT Dansa, Verve12, Reina Dance Company, Jasmin Vardimon, Nico Ricchini Company, Jorge Crecis SQx, Simba Dance Ensemble, Kernel Dance Theater, Jaberi Dance Theater, Kaeja d'Dance,Skånes Dansteater, 99 Art Company y Bobbi Lo Produktion, entre otros.
Entre sus reconocimientos profesionales destacan el 1.er premio como solista en el II Certamen Mujer Contemporánea (Almería, España), el 1.er premio en el Premi Beca Roseta Mauri (Reus, España), un encargo coreográfico para T.H.E Second Company en el M1 Contact Contemporary Festival (Singapur), así como su selección como finalista en el X Certamen de Danza Burgos–Nueva York y semifinalista en el 18.º Festival Internacional de Solo-Tanz de Stuttgart (Alemania).
Desde 2014, Anna crea y produce sus propias obras. Colabora con artistas,
instituciones y compañías jóvenes nacionales y internacionales bajo la dirección de Anna Borràs Produktion.
¿Cuándo fue la primera vez que pensó en ser coreografa?
No fue una decisión premeditada; la necesidad de crear apareció de forma natural desde muy joven. Durante mis estudios de danza contemporánea en el Institut del Teatre de Barcelona comenzaron a surgir las primeras olas creativas que me llevaron a desarrollar obras de mayor formato como coreógrafa. Aun así, puedo decir que mi camino en la creación empezó incluso antes. A los 15- 16 años coreografiaba solos para mí misma con los que participé en diversas competiciones de danza contemporánea, obteniendo, entre otros reconocimientos, unos cuantos segundos y primeros premios.
¿Y cuándo sintió que lo habia logrado?
Desde el principio. Los premios, reconocimientos y el feedback recibido tanto de profesores como de profesionales del sector, así como de los distintos jurados en competiciones y festivales durante aquellos años, me hicieron sentir que mi trabajo tenía un impacto real y que estaba en el camino adecuado.
Pero, sobre todo, lo sentí en las reacciones del público: ver sus rostros iluminados, la emoción que transmitían y la forma en que conectaban con mis coreografías fue, sin duda, la confirmación más valiosa.
Su primera vez sobre un escenario fue …
A los cinco años. Mi debut fue en el festival de danza de ese año, cuya temática era Aladdín. Interpreté a una “pieza de oro” de la cueva mágica del genio de la lámpara, y fue allí donde sentí por primera vez la emoción de estar sobre un escenario.
Ese momento fue aún más especial porque mi hermana también participaba en el festival, interpretando el papel del padre de Jasmine, lo que hizo que la experiencia adquiriera un significado familiar y muy entrañable.
Y la ultima ha sido en….
Aún no ha habido una “última”, y confío en que todavía quedan muchos escenarios por venir. Mi camino sobre los escenarios continúa, y espero seguir sumando experiencias durante muchos años más.
¿A quién admiraba de pequeña ?
A mi hermana. Ella bailaba ballet y, gracias a su pasión —que por diversos motivos tuvo que dejar—, yo seguí sus pasos. También admiraba a muchos bailarines y coreógrafos, pero, sin duda, quien más me marcó y definió una época para mí fue Michael Jackson, así como el legado artístico de los Jackson 5.
¿A quién admira ahora?
Akram Khan, Hyerim Jang e Lali Ayguadé.
Aprendí mucho de….
Natalia Viñas, Jorge Crecis, Nico Ricchini (bailarín e asistente en coreografía de
Akram Khan), Andrej Petrovic (bailarín e asistente en coreografía de Akram Khan) Hyerim Jang (directora artística en 99 Art Company, Seoul)
No me ha enseñado nada….
A rendirme. Nunca he tirado la toalla.
Lo que quiero decir es que he aprendido de absolutamente todo: de cada persona, de cada experiencia y de cada circunstancia, ya fuera en mayor o menor medida, de forma más fácil o más difícil. Siempre he intentado valorar lo vivido y encontrar la parte positiva, porque incluso en los momentos más complejos hay algo que aporta, transforma o impulsa.
¿Con qué coreógrafos le gustaría trabajar?
Con Akram Khan, Hofesh Shechter, Wim Vandekeybus, Lali Ayguadé e Jose Agudo.
¿Cómo se gestiona la incertidumbre ante un proyecto que no llega?
De la mejor manera posible: con planificación, perspectiva y mucha constancia. Cuando un proyecto tarda en materializarse, me apoyo en un proceso de trabajo riguroso, detallado y sostenido en el tiempo. Desarrollar ideas, propósitos y visiones me ayuda a mantenerlo vivo, pero es el esfuerzo diario —paso a paso, incluso cuando no hay resultados inmediatos— lo que realmente impulsa el avance.
Creo firmemente que, cuando uno visualiza algo y trabaja con dedicación, disciplina y compromiso, tarde o temprano el proyecto encuentra su camino para hacerse realidad.
¿Cómo se celebra cuando si llega?
Reuniendo al mejor equipo posible y entregándome por completo. Cuando un
proyecto se materializa, lo celebro trabajando con aún más energía, sacando lo
mejor de mí, porque el alma está contenta y ese impulso se nota. Es en ese
momento cuando todo se disfruta al máximo y la celebración se vuelve parte natural del proceso creativo.
Una coreografa debe tener un plan b para poder sobrevivir,¿cuál es el suyo?
Mi plan B se basa en diversificar y fortalecer mi actividad artística desde distintos frentes. Por un lado, colaboro con otros artistas y formo equipos de trabajo que permiten crecer, unir recursos y alcanzar objetivos que, a veces, sería difícil conseguir en solitario.
También mantengo activa mi faceta como bailarina, lo que me permite seguir en movimiento y sostener la práctica mientras llegan tiempos más favorables para la creación.
Además, continúo impartiendo workshops y clases, algo que no solo me aporta estabilidad, sino que también me conecta con nuevas generaciones y mantiene viva mi motivación y ganas de compartir.
¿Cuales son las historias que más le atraen actualmente para dirigir?
En este momento me inspiran profundamente las narrativas vinculadas al cambio climático, los contrastes en la climatología y los fenómenos atmosféricos. Me fascina cómo se originan, cómo interactúan entre sí y de dónde surgen esas fuerzas capaces de transformar un paisaje en cuestión de segundos.
Esa mezcla de belleza, caos y misterio me resulta inagotable como fuente creativa. A partir de estos elementos naturales —sus contrastes, sus intensidades y sus procesos invisibles— encuentro un paralelismo con las emociones humanas. Me permiten construir historias comunes que conectan a las personas desde sus vulnerabilidades, sus diferencias y sus sensibilidades compartidas. Me interesa cómo la naturaleza refleja lo que somos y cómo, a través de ella, podemos unir al público en una experiencia profunda y colectiva.
¿El mejor momento vivido sobre los escenarios?
He vivido muchos momentos especiales. Para mí, los más inolvidables son aquellos en los que se genera una conexión profunda con mis compañeros en escena, cuando surge esa energía irrepetible y difícil de explicar que solo existe en ese instante y entre esas personas.
Podría mencionar la intensidad de bailar Vertical Road de Akram Khan, un proceso en el que, incluso cuando crees que ya no puedes más, descubres la manera de sacar un poco más de ti. Esa entrega adicional es la que te sostiene dentro de la pieza y te permite atravesarla de principio a fin.
También recuerdo la enorme exigencia física y emocional de Burnt Offering III de Hyerim Jang, una obra que requiere una precisión milimétrica tanto en el
movimiento como en la musicalidad, y en la que la conexión con los otros bailarines es esencial para sostener la energía colectiva de la pieza.
Y guardo un lugar especialmente significativo para Fine Lines, una creación de
Roser López Espinosa, Madeleine Månsson y yo misma. Este dueto es muy
especial para mí porque lo interpreto junto a una bailarina y coreógrafa que tiene una discapacidad física y utiliza silla de ruedas. El proceso nos unió de una manera inesperada y hermosa, forjando una amistad profunda y una admiración mutua que se ha convertido en uno de los regalos más valiosos que Fine Lines me ha dado, y que sigue viva hasta el día de hoy.
¿ Y el peor?
Recuerdo una actuación en un festival de danza —no sabría precisar cuál— que fue un verdadero desastre. Estábamos completamente descompaginados y todo se convirtió en un caos sobre el escenario. Tenía unos 17 o 18 años, y aunque fue una experiencia difícil, también resultó una de las más formativas.
Una obra que le haya herido su sensibilidad como espectadora…..
Recuerdo un dueto que vi en Dansstationen en Malmö, Suecia, interpretado por una compañía internacional cuyo origen no logro precisar. La propuesta me resultó especialmente incómoda: la puesta en escena buscaba provocar al público mediante sonidos de carácter erótico y posiciones explícitas que, en mi opinión, no aportaban un lenguaje dancístico sólido, sino que se acercaban más a una performance provocativa sin un propósito claro.
Me generó frustración porque considero que no hacía justicia al potencial del arte coreográfico ni al respeto que merece el público.
Y una que le haya insultado a su inteligencia……
Más que una obra concreta, diría que me siento “insultada” como espectadora
cuando una creación subestima al público. Me refiero a propuestas que se apoyan únicamente en lo provocativo sin un contenido profundo detrás, que buscan la risa fácil o el impacto gratuito sin ofrecer una reflexión, una estética cuidada o una intención artística clara. Cuando la provocación se utiliza como atajo y no como herramienta, y cuando la obra parece asumir que el público no necesita ni merece más, es entonces cuando siento que se subestima la inteligencia de quienes la están viendo.
En lugar de invitar al espectador a pensar, a razonar, a hacerse preguntas —como ocurre en una buena película, donde buscas entender quién es el villano, qué motiva a los personajes o qué hay detrás de cada gesto—, este tipo de propuestas niegan esa posibilidad y dejan al público sin espacio para conectar de verdad con lo que está sucediendo en escena.
¿Qué tal sientan los premios, como se digieren para continuar después?
Los premios se sienten como un reconocimiento profundamente valioso y nada fácil de obtener; a veces llegan con la misma emoción que si te tocara la lotería. No son frecuentes, por lo que recibir uno es un privilegio, y cuando la vida te permite conquistar varios, se convierte en un sueño hecho realidad.
Se digieren con una mezcla de admiración y gratitud. Son un recordatorio del
enorme trabajo que hay detrás —el propio y el de todo el equipo—, así como del
apoyo de familiares, colegas y de todas las personas que han contribuido al camino: profesores, educadores, instructores y quienes han ofrecido orientación, opiniones o ayuda en momentos clave. Cada uno de ellos ha influido, junto con nuestras propias decisiones, en llegar hasta donde estamos.
En definitiva, un premio es una celebración colectiva. Y, al mismo tiempo, es un
impulso para seguir trabajando con más claridad, más humildad y más compromiso.
Querría conocer a :
Me gustaría conocer más profundamente a Akram Khan, no solo por su genialidad artística, sino también por su personalidad: su sensibilidad, su manera de observar el mundo y la profundidad con la que transforma ideas en movimiento. Su capacidad para unir técnica, tradición y contemporaneidad, y esa profundidad humana que transmite en sus procesos de creación. Su visión artística y forma de trabajar siempre me han inspirado.
También me atrae especialmente el universo creativo y físico de Wim Vandekeybus, Crystal Pite, a quienes admiro por su lenguaje escénico, su sensibilidad y su capacidad de transformar el movimiento en narrativas poderosas.
Måns Zelmerlöwe, por su talento vocal y su puesta en escena.
Y, por supuesto, me hubiera fascinado poder conocer a Michael Jackson. Su
genialidad, su impacto artístico y su visión única marcaron profundamente mi
imaginario desde muy joven.
¿Qué le anima a no rendirte en esta profesión?
Me sostienen mis seres queridos y, de un modo muy especial, esos días de lluvia, cielos grises, nieve o tormenta que despiertan en mí una sensibilidad particular y un impulso creativo renovado. También me impulsa la necesidad constante de crear: las ideas aparecen de forma inesperada y se convierten en motores que me recuerdan por qué hago lo que hago.
Además, conocer a nuevas personas —con sus energías, perspectivas y maneras de vivir— y viajar, descubriendo culturas diferentes y fuentes de inspiración inesperadas, alimenta mi curiosidad y me recuerda que este camino artístico siempre tiene algo más que ofrecer. Son todos estos elementos los que me animan a seguir, incluso en los momentos más desafiantes.
¿Qué le gustaría estar haciendo dentro de diez años?Y en donde?
Me gustaría seguir bailando y creando, trabajando junto al equipo que he construido y fortalecido a lo largo de estos años. Aspiro a continuar desarrollando proyectos en diferentes partes del mundo, especialmente en lugares que me inspiran profundamente por su naturaleza, su cultura o su energía: Groenlandia, las regiones del norte como Canadá y Alaska, Islandia, Nueva Zelanda y Japón. Imagino mi futuro entre la creación artística, los viajes y la colaboración con personas y paisajes que despierten nuevas visiones y posibilidades.
